…Y su hermana que se tumba a tomar el sol sobre las tablas ásperas y calientes de un pequeño muelle asomado a un lago, y que luego llega Tomás con su bici verde metalizada y se baja como siempre hace, cuelga el cebo antes de que la rueda de atrás se detenga y lanza la caña. Y ella observa, camuflada tras sus propias pestañas, como descuida el puntero para verla dormir.
O Júlio, que está sumergido con las gafas de su sobrina y descifra el lenguaje de los peces y el humor de las medusas y el onanismo de las ostras y se hace más sabio en dos horas que todos los marineros y oceanógrafos del mundo.
De Paula, que está con su prima en la casa del campo de la abuela y todavía tiene pecas y hacen una montaña de galletas rellenas de mantequilla para untarlas luego en leche y es viernes por la tarde y a la noche contará quién es el chico que le gusta desde la litera de arriba que es desde la única que se ven las estrellas y no asusta cuando cruje.
A mi ex-novía, que tiene unas alitas gris de gorrión y se va sin pagar de los bares, no vuelve a usar el metro, y cuando tiene un día malo se tira de la ventana.
O al padre de no recuerdo quién, que deja el cuerpo nacional de policía para montar en una ciudad con mar su propia librería y contarle a todos los clientes que los buenos libros solo siembran pistas y es el lector quien traza la historía entre adjetivo y conjunción como quién une mediante lineas los puntos que forman una pantera del cuaderno de pasatiempos. Que sus puentes son el cuerpo del relato, que a algunos les salen panteras perro y se pasan a las sopas sosas de letras.
O yo mismo que para sentirme en paz pienso en lo que los demás piensan para sentirse en paz; porque la insolación de la hermana de Miren en una piscine pública; el altercado de Julio con un marinero en aquel bar del Puerto; la fisura de Costilla de mi ex por saltar de la ventana y el miedo a ser yo quien sueña que cambia de empleo me tienen muy preocupado.
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