miércoles, 9 de marzo de 2011

EL BARRIO GIRATORIO


Yo soy el encargado del timón: Oriento todos los días el único barrio giratorio del mundo. Con este antiguo volante que antes fue de un horno de pan, expongo las plazas, los balcones, veladores o avenidas, al sol y la luna.

Normalmente mi labor consiste en cuatro rotaciones: dos a la noche y dos de día. Algunas madrugadas de Agosto salgo de la cama rumbo al volante-manivela mientras me digo que esto no está pagado. Uno siempre ha de estar cerca de los mandos.  Durante mi labor el barrio se paraliza. Un guardia prohíbe circular por las carreteras. El dueño de la pelota se la sube al regazo y los viejecitos buscan un banco para aguardar hasta que las campanas dejen de repicar y haya concluido la maniobra.

La idea fue de mi gran amigo Bruno, un humilde mecánico. Sin las continuas bromas que algunos vecinos hacíamos sobre su sedentarismo o sobre su monotemática conversación, no habría decidido pasar unos días con la sola compañía de un libro sobre las mentes más ilustres y en el lugar donde todo queda al sur. No hay mejor sitio para un desnortado que el círculo polar ártico.

Se desplazó casi 7000 kms para contemplar el sol de media noche sobre una silla roja de propaganda. Cuando el astro comenzaba a escorarse dejando frías sombras sobre su rostro, Bruno interrumpía un instante la lectura y orientaba su silla de manera que la luz le incidiese siempre de frente. Al alcanzar el capítulo en el que Arquímedes pedía un punto de apoyo para mover el mundo y desarrollaba su teoría de la palanca, pensó que un simple mecanismo de poleas engranajes y planos inclinados podrían mover su silla. Luego pensó en la familia y quiso mover su casa y, finalmente, en nosotros los vecinos. Así nació la idea del barrio giratorio.

Pronto aparejadores arquitectos y constructores pulieron la idea de Bruno y se pusieron manos a la obra. Sobre una enorme torta de hormigón articulada fueron encajando los recintos, casas, calles y negocios de nuestro barrio. Esta vez con distinta distribución.

Nuestro barrio es especial por muchos motivos. Todos tenemos los jardines y terrazas orientados al mismo punto. Solo en mi calle hay siete floristerías y algunos edificios no tienen ya ni un solo ladrillo al descubierto de lo crecidas que están las madreselvas.

Es cómica la estampa de mi mujer, con los pelos en punta, al volver de la peluquería que queda fuera del barrio. Y es que dependiendo de la hora a la que le den cita, ha de salir por una u otra calle, en una dirección o en la contraria, y normalmente su demora impide que la puedan atender. Parece como si estuviera siempre asomada a un acantilado

En algunos barrios contiguos jode que demos la espalda, y es  que esta muy descuidada con tanto desconchón y ese  horrible olor a basura. Allí es donde dejamos los contenedores.

Pero no solo perseguimos, como los girasoles, la luz del día; También acosamos a la luna y, cuando los hay, fenómenos espaciales de todo tipo. Aunque en rara ocasión, alguna vez nos hemos, además, escudado del viento.

Ya ven, si no le decimos a Bruno que pare de hablar de lo mismo y se coja unos días para irse al carajo, éste, sería un barrio bien distinto.

En otro momento, si nos vemos, os cuento como hicimos con la plaga de caracoles. Yo estaré cerca de los mandos.

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