miércoles, 9 de marzo de 2011

VASOS COMUNICANTES


Me vió mientras cruzaba la calle, mientras miraba en dirección  por donde no se acercan los coches.Luisa siempre creyó que lo de "hasta los huesos" solo era una floritura recurrente que usaban los malos poetas para hablar de amar, pero al avistarme, le retumbaron las costillas por dentro y se acordó de un delgado volumen de poemas que versaba más sobre ojos que sobre miradas. No recordaba el autor pero si una de sus odas "Con pena y sin Gloria". Gloria; complice, confidente y amante del poeta sin nombre, se fue sin otro.Gloria era una de esas chicas que te ruega a la oreja permanecer a la espera, también en horario de oficina. Cuando al otro lado de la linea German llevó permaneciendo a la espera nueve minutos para que le explicaran “nosequé” de una factura, arrancó el telefono y lo lanzó, agarrado del cable, por el balcón de un tercer piso. El impacto sobre uno de los transeuntes dejó huerfano de compadre a Eusebio, que siempre asoció aquel mal trago con el olor a poliester que en esos meses subia desde el ojo de patio, porque a su vecina Selene le dió por catalizar en moldes el hediondo plástico para ampliar su colección de máscaras. Una que adquirio, por una pompa de aire, la mueca de quien frena la claridad mirando bajo, fue arrojada sin pintar a la basura. De ahí que un vecino alertara a la policía de la presencia inmóvil de un sintecho sobre la basura vertida junto a los contenedores.

         Cuando llegué a su acera, ella estaba al lado pero no la vi.

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